jueves, 25 de marzo de 2010

Lectura Sociales Grados 9

Consecuencia de la Primera Guerra Mundial
La I Guerra Mundial (1914-1918), uno de los conflictos más devastadores de la historia, fue una pugna de grandes dimensiones que comenzó en Europa y terminó implicando a 32 naciones. La guerra se libró entre dos grandes alianzas militares: de un lado, los denominados aliados, entre los que estaban Francia, Rusia, Gran Bretaña, y finalmente Estados Unidos; del otro, los Imperios Centrales, que incluían a Alemania (II Imperio Alemán), Austria-Hungría (Imperio Austro-Húngaro) y más tarde, a Turquía (Imperio otomano). Al término de la Gran Guerra (nombre por el que también es conocida la I Guerra Mundial) habían muerto 10 millones de soldados y otros 21 habían resultado heridos.

La Gran Guerra, por otra parte, precipitó la revolución y la inquietud, una consecuencia completamente imprevista por las potencias europeas. La toma del poder por los bolcheviques en Rusia en 1917 fue sólo el preludio de las turbulencias e inquietudes que acabarían llegando a Berlín e incluso Pekín. Al final de la guerra, Vladímir Lenin se alzó como una figura temida o venerada a lo largo y ancho del globo. Por la misma época, Woodrow Wilson entró en escena con sus famosos Catorce puntos, una serie de principios enunciados durante el conflicto, destinados a traer y preservar la paz. Las novedosas ideas de Wilson, como la autodeterminación y la Sociedad de Naciones, constituían un agudo contraste con los llamamientos revolucionarios de Lenin a los pueblos oprimidos y su apostolado de la violencia como medio para alcanzar la justicia y la igualdad. Las ideas contrapuestas de estos dos visionarios electrizaron a las naciones colonizadas de todo el mundo y las hicieron intensificar sus demandas de independencia o autonomía. Al mismo tiempo, el final de la guerra llenó de resentimiento a las masas a medida que los imperios se disolvían, se exigían reparaciones a los vencidos y el mapa de Europa era diseñado a medida de los vencedores.

La guerra, los efectivos humanos y las poblaciones coloniales

Aunque la I Guerra Mundial comenzó en Europa, desde el principio afectó a lugares más allá de los confines de este continente. Los pueblos de África, India y Asia sufrieron la guerra siendo llamados a filas por los ejércitos europeos como soldados u obreros. Estas regiones aportaron también recursos importantes para el esfuerzo de guerra de los beligerantes.

A medida que la guerra se recrudecía, la desesperada necesidad de soldados y trabajadores de las potencias europeas les obligó a fijar sus ojos en las colonias. Los líderes coloniales les dieron su apoyo, pensando que su lealtad en ocasión de tal peligro para la metrópoli redundaría en una mayor autonomía para las colonias, la relajación de la legislación racial e incluso la independencia al final del conflicto. Es seguro que los líderes de las colonias británicas en la India y África apoyaron el esfuerzo de guerra con estos motivos in mente. Soldados y obreros voluntarios afluyeron en grandes contingentes para completar los regimientos coloniales ya existentes de Gran Bretaña, Francia y Alemania.

Los franceses por ejemplo alistaron a 70.000 argelinos y 170.000 africanos occidentales en sus ejércitos europeos. Los británicos confiaron en tropas indias para su fallida campaña en Irak en 1915 y para reforzar sus ejércitos en el norte de Francia. De hecho casi un millón de soldados y obreros indios sirvieron a lo largo y ancho del mundo. Los británicos emplearon también a 100.000 trabajadores chinos para atender a las necesidades logísticas de sus ejércitos en el norte de Europa. Además cientos de miles de porteadores y obreros de África Occidental, Egipto y la India proporcionaron servicios inapreciables a los beligerantes.

Políticas subversivas y belicistas en las colonias

Fuera de los campos de batalla, los beligerantes utilizaron otros métodos para debilitar a sus adversarios. Por ejemplo, animaron vigorosamente el descontento, la insurrección y el nacionalismo entre los súbditos coloniales de sus enemigos. Esta estrategia estaba destinada a debilitar al rival obligándole a dedicar recursos y potencial militar para reprimir los disturbios civiles y militares, especialmente en Asia occidental. Probablemente el mejor ejemplo de este tipo de subversión sucedió en Arabia, donde el agente británico T. E. Lawrence organizó una revuelta árabe contra el Imperio otomano. El gobierno británico atizó el latente nacionalismo árabe, con promesas, nunca cumplidas, de independencia para los árabes.

Gran Bretaña estaba también detrás del sionismo, otro movimiento de potencial revolucionario en el Oriente Próximo. Durante la I Guerra Mundial, un pequeño número de idealistas judíos polacos y rusos se cohesionaron en una organización que se propagó a todas las comunidades judías, sin distinción de nación, idioma o tradición. Esta organización acabó consiguiendo el apoyo británico para la instauración de un hogar nacional judío para después de la guerra. Este apoyo, consignado en la Declaración Balfour, se oponía a las esperanzas dadas por los británicos anteriormente a los nacionalistas árabes y terminaría llevando a violentas y sangrientas disputas entre las comunidades árabe y judía.

Los alemanes y los turcos desarrollaron también políticas subversivas. Esperaban explotar el sentimiento panislámico que se extendía en la joya de la corona británica, la India. Un partido opositor secreto, el Ghadr (‘Revuelta’), existía ya en el estado del Punjab. Sus líderes en Berlín, un nido de indios disidentes, tenían la esperanza de aprovechar la creciente tensión. A la postre, la gran distancia entre Europa y la India y la dificultad de coordinar a los rebeldes potenciales bajo la estricta represión británica echaron a perder sus ambiciones. Los alemanes y los turcos tuvieron más éxito en su apoyo a la resistencia islámica en África del norte y del oeste, donde la oposición al colonialismo sobrevivió a la guerra.

La I Guerra Mundial y la toma del poder de los bolcheviques en Rusia

Los inesperados acontecimientos en el Imperio Ruso resultaron tan dramáticos y exitosos como las políticas subversivas de los beligerantes. En 1917 la Revolución Rusa estremeció al mundo y dio a luz a un desafío continuo a las potencias occidentales. La revolución despertaría también la esperanza en países como China, que luchaban por deshacerse del yugo colonial. Tres décadas después de la revolución, más de una tercera parte de la humanidad viviría bajo regímenes comunistas.

Aliada de Francia desde hacía muchos años, la Rusia imperial fue a la guerra en 1914 mal preparada para las enormes exigencias de una guerra moderna e industrial. La guerra trajo pérdidas catastróficas y sufrimientos inaguantables para los millones de rusos que luchaban en los ejércitos imperiales. Durante la guerra, Rusia se enfrentó también a migraciones internas masivas a medida que millones de refugiados huían de los frentes de guerra y los civiles dejaban sus hogares para trabajar en las industrias de guerra. Este vasto movimiento de población, que igualó en número al de las levas militares, desestabilizó en gran medida a una sociedad que ya se tambaleaba bajo las presiones domésticas y famosa por su corrupción. La carestía de alimentos afectó pronto a las ciudades mientras que la inflación socavó el poder adquisitivo de los campesinos. Los obreros y los campesinos hicieron responsable al gobierno de la ruinosa situación. En 1917, el zar Nicolás II y la monarquía habían perdido la confianza de los rusos. La monarquía fue sustituida por un gobierno provisional, formado por fuerzas supuestamente democráticas.

En ese momento, un revolucionario bolchevique exiliado llamado Vladímir Lenin regresó a Petrogrado, ayudado por las autoridades alemanas que esperaban que Lenin crearía un descontento aún mayor en un país devastado ya por las luchas intestinas. Lenin y sus correligionarios bolcheviques decidieron pronto que el gobierno provisional se equivocaba al proseguir la costosa e impopular guerra. En el otoño de 1917, Lenin y sus seguidores se hicieron con el poder apartando al gobierno provisional, que había perdido el apoyo de los rusos. Una vez en el poder, los bolcheviques cumplieron su promesa de apartar a Rusia de la guerra. En diciembre de 1917 firmaron en Brest-Litovsk un armisticio que cerraba la intervención rusa.

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